jueves, 26 de julio de 2012

*Capítulo cinco.

¡Hola! Ya estoy aquí otra vez. Este capítulo lo considero muy importante, porque se revela gran parte del misterio del pasado de Lacie y Frank, pero después de esto viene lo peor; su futuro. Van a tener que pasar por muchas cosas duras, ¡ya juzgaréis vosotros mismos! Espero que os guste, la verdad es que a mí me ha gustado bastante como me ha quedado. Los próximos no serán tan románticos como lo es este, aunque habrá mucho drama. Y bueno, que no quiero contaros mucho más. Añadí a dos personas más a personajes secundarios. ¡Un beso!
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------




2.500 años antes.


Caminar por la plaza se había vuelto una costumbre en mí. Aunque nunca iba sola, siempre estaba acompañada fielmente por Frank, quien jamás me dejaba ni un momento. Agradecía su compañía constante, su manera de hacerme reír, agradecía profundamente estar con Frank a cada momento del día. Muchas veces, había sentido que mi padre no aprobaba mi relación con él, pero, nunca había averiguado por qué, hasta ese día.
Frank y yo tomamos un atajo por un callejón, y cuando quisimos darnos cuenta, estábamos alejados del centro del pueblo, casi cercanos al bosque. Le miré y sonreí.
—Parece ser que nos alejamos demasiado—comenté—padre se enfadará si no vuelvo ya...—pasé a su lado dispuesta a volver, y Frank me cogió del brazo.
—¿No sabes por qué él no aprueba que nos veamos?—preguntó soltándome el brazo. Me quedé parada sin moverme, mirando al suelo.
—No—contesté.—¿Es que tú lo sabes?
—Sí—afirmó.—Tu padre y el mío nunca se han llevado bien. 
—Eso no tiene sentido—me giré, mirándole—son hermanos, se llevan bien, yo los he visto juntos.
—Esa es la imagen que dan a todos, que se llevan bien—dijo—pero realmente ambos tienen ganas de asesinarse el uno al otro.
—No digas tonterías.—Le miré, esbozando después una sonrisa—el único problema que tiene mi padre contigo, es que eres algo mayor que yo, simplemente.
—Sólo te llevo unos sesenta años—esbozó una carcajada.
—Eso para él ya es mucho—contesté. Le tomé de la mano suavemente.—Frank, tú sabes que te amo, y pase lo que pase, no nos van a separar, jamás. Porque mi corazón, mi alma, todo mi cuerpo, está en tus manos.—Me sonrió, acariciándome el cabello.
—Tú eres la única que puede dañarme, Lacie. Si algún día decidieras desaparecer, o irte con algún otro...yo te esperaría, te esperaría toda la eternidad, si me dieras el más mínimo indicio de que volverías a mis brazos—se acercó peligrosamente a mis labios, con una ligera curvatura en los suyos.
—Jamás me separaría del hombre que amo, el hombre que me dio la vida—me acerqué un poco, dejando que ambas bocas colisionasen en un beso que pareció eterno, un beso que mostraba una pequeña parte del amor que sentíamos el uno por el otro.
Me tomó de la mano de nuevo, y me llevó hacia el centro de la plaza de nuevo, antes de acompañarme como siempre hacía, hasta la puerta de mi hogar.


Presente.


—¿En qué estabas pensando?—Blair cerró la puerta de un portazo, después de que Arthur entrara cargado con Frank encima, inconsciente.—Casi lo matas, Lacie—añadió acercándose a mí.
—No sabéis nada, por tanto no deberíais acusarme—expliqué sin quitarle la mirada a Frank.
—Es hora de que nos lo expliques, ¿no?—preguntó Arthur, mucho más calmado que Blair. Ésta asintió rápidamente, y yo suspiré, intentando ordenar los sucesos de mi mente.
—Mi nombres es Lacie Menkaire, y soy una de las hijas de Gilbert y Helena. Originariamente vivíamos en lo que ahora es Roma, y el clan de Vincent y Beatrice vivía con nosotros, antes de que empezaran a criar monstruos como hijos propios. Frank—le miré—es el primer progenitor de Vincent y Beatrice. Ambos nos conocimos en la niñez, y siempre estuvimos juntos. Como sabéis, al llegar a los dieciocho, cuando eres vampiro de nacimiento, dejas de envejecer. Y ahí fue cuando comenzó todo. Frank y yo nos unimos mucho más, y nos dimos cuenta de que ambos estábamos enamorados el uno del otro. Durante estos años, nos hemos visto obligados a mudarnos infinidad de veces para que nadie sospechara de nuestra juventud estática, pero Frank y yo siempre nos hemos ido juntos. Cuando Gilbert decidió acabar con todo gen descendiente de Vincent y Beatrice, Frank y yo nos vimos obligados a huir y escondernos. Durante setecientos años nadie jamás nos encontró. Mi vida se ceñía a él, y su vida a mí. Pensamos en tener hijos incluso. Gilbert siempre había dicho que Frank no era una pareja correcta para mí, sólo porque pensaba que él también habría heredado la monstruosidad que caracterizaba a sus hermanos. Pero eso no fue así. Dado que fue el primer hijo que tuvieron, y nació de la primera vez que tuvieron relaciones entre ambos, nació sano, era un vampiro purasangre normal, sin ningún tipo de malformación. Pero eso no les entraba en la cabeza a ninguno de mis tíos, ni siquiera a mi padre o mi madre. Mis hermanas y hermanos se alejaban de mí, y Frank nunca fue bien recibido en mi casa cuando comenzamos nuestra relación. Es por eso que escapamos, hasta que un día Gilbert me visitó.—Blair me interrumpió.
—Entonces hay algo que no me cuadra—dijo.—Me dijiste que te convertiste hace ciento ochenta y nueve años. ¿Cómo puede ser que seas una de las hijas de Gilbert y Helena?
—Cuando Gilbert me visitó, me contó que habían descubierto una fórmula nueva. Habían investigado el por qué los humanos se convertían en vampiros, y antes de querer acabar con todo descendiente de Vincent, estudiaron todas las posibilidades de erradicar el problema sin llegar a los asesinatos. Descubrieron que era posible convertir a un vampiro en humano, por tiempo indefinido. Aunque el vampiro jamás perdería sus habilidades, sólo las adormecería. Haría una vida de humano normal, sólo que jamás envejecería, porque no es humano, sigue siendo vampiro. Esto, no funcionó con ninguno de los hermanos de Frank, pero milagrosamente, con él sí que era posible que funcionara. Le pregunté millones de veces que si él quería ser humano, pero siempre me contestaba que como vampiro y con mi compañía estaba bien, aunque siendo así le quisieran matar, él era feliz a mi lado. Hace doscientos años, Leo y Kiré entraron a nuestra casa para intentar matar a Frank por órdenes de Gilbert, ya que Frank había agotado el tiempo para tomar la poción. Intenté impedirlo, intentamos huir, pero decidimos que lo mejor era que él la tomara, y viviera una vida de humano casi normal. 
"
¿Y qué pasa si la tomo? Tú quedarás como vampiro, y yo como humano.
Sigues siendo un vampiro en tu corazón, no envejecerás, podremos seguir juntos.
Si yo tomo esta poción, tú te irás, no seré el mismo. Lacie lo olvidaré todo, esta poción me hará olvidar todo lo que he vivido como vampiro.
¿Olvidarás el amor que tienes hacia mí?
Yo no quiero, pero sé que esta maldita poción lo logrará. Lacie, si yo me convierto en humano, quiero que tú también vuelvas a ser humana. No quiero que me recuerdes, no quiero que sufras. 
"
—Entonces cuando se llevaron a Frank y lo convirtieron en humano, se olvidó de ti completamente, y vivió como ser humano normal—comentó Arthur. Asentí.
—Entonces tú...hace ciento ochenta y nueve años...—interrumpí a Blair.
—Después de que se llevaran a Frank, cuatro años después, no aguantaba más el dolor que tenía en el pecho, y decidí tomar yo también la poción. Volví a ser humana y todos mis poderes quedaron apagados, en ese tiempo viví como una chica normal, aunque me veía obligada a mudarme cada cierto tiempo, ya que nunca envejecía. Siempre me preguntaba a qué se debía eso, pero nunca llegué a investigarlo. Una noche, hace ciento ochenta y nueve años, Kiré volvió a aparecer en mi vida. Me contó todo lo que yo había sufrido en un pasado, y claramente no la creí. Pero al morderme, volví a recordarlo casi todo. 
—Pero al llegar aquí no conociste a Frank, no sabías qué era para ti—dijo Arthur.
—Eso es porque yo no había bebido su sangre hasta esta noche. Recordé que yo era vampiro, recordé a mi clan, toda la historia, pero todo lo relacionado con Frank se borró de mi cabeza y jamás apareció. Hace cien años, Leo decidió contarme algo sobre él, ya que yo sabía que me faltaba algo, que yo había sufrido, que algo muy fuerte me había hecho querer ser humana para olvidar. En mis recuerdos había lagunas que no recordaba, y necesitaba saber qué había pasado en mi vida, qué es lo que me había hecho tanto daño. Durante todo este tiempo me alimenté del mismo recuerdo, el momento en que Kiré me convierte. Pero estando aquí volví a recordar cosas lentamente, el momento en que defendí a Frank de Leo, y le pedí que se alejara...
"
Lacie no quiero que dejes de vivir por esto. No por mí. Tienes que continuar tu vida.
Dejé de vivir hace tiempo... el día en que me enamoré de ti, Frank... el día en que te entregué mi corazón.
"
—No me hiciste caso... al final... dejaste de vivir... por aquello...—escuchamos susurrar—tonta Lacie...—me giré y vi que Frank había abierto los ojos, y me estaba mirando con una tímida sonrisa.
—¿Frank? ¿Nos recuerdas?—preguntó Arthur acercándose a él.
—Claro que sí—respondió—lo recuerdo todo—le miró—todo—me miró a mí esta vez. Me acerqué y me coloqué de rodillas al lado de él, acariciando su rostro.
—Lo siento...—comencé a decir. Arthur y Blair se levantaron y salieron de la habitación, dejándonos solos.—Me comporté como una estúpida. Decidí olvidarte a buscarte. Pero siempre te busqué inconscientemente...—me cogió de la mano.
—Lacie...—colocó su rostro en el borde de la cama, cerca del mío—no sabes lo que te he echado de menos—sonrió. Me acerqué casi inconscientemente a él, dejando que sus labios y los míos hicieran una inocente presión, presión suficiente para darnos cuenta de que jamás olvidamos lo que sentíamos el uno por el otro después de tantos años. 
—¿Eres consciente de que esto no va a ser fácil?—pregunté inocente.
—Lo sé—me acarició la cara—a partir de ahora vamos a tener muchos problemas, pero sé que podremos solucionarlos y salir de ellos juntos, como siempre hemos hecho—sonrió.—Además, tenemos a Arthur y a Blair, que seguro que nos ayudarán. Además de los demás vampiros de la escuela. Si te temían por ser purasangre, ahora que ya todos sabrán que eres una de las hijas directas de Gilbert y Helena, estarán todos a tus pies.
—Bueno, el que más impone eres tú—dije—eres el único miembro del clan Frembail.
—Y soy sólo propiedad de Lacie Menkaire—susurró cerca de mis labios de nuevo. Sonreí y dejé que volvieran a hacer una diminuta presión los unos con los otros. No necesitaba mucho más de él. Con eso, o con un mínimo roce, sabía lo que sentía.—Lacie—le miré.—Siento haberte olvidado. Debí haber luchado, debí haber resistido por los dos. Sabes que nunca he sido un valiente, que jamás he dado todo por nadie, hasta que un día llegaste tú, con esa sonrisa y esas ganas de vivir, que me cambió por completo. Siempre he buscado la luz de mi vida, y algo dentro de mí siempre me dijo que eras tú. Aparecías en cada sueño que tenía, en cada recuerdo siempre veía tu nombre. Jamás te reconocí, un muro no me dejaba ver tu rostro. Pero ahora que lo recuerdo todo, sólo puedo decirte que sigues igual de bella que la última vez que nos vimos—me acarició la mejilla. Me levanté y me apoyé en su pecho, dejando que él me acariciara la cabeza lentamente.—Eres la razón de que este corazón lata, Lacie. La razón por la que este corazón ha latido durante tantos años. La razón de mi pura existencia. Tú me salvaste Lacie, eres mi ángel—le miré, dejando que mis ojos se llenaran de lágrimas—jamás me abandones. Sin ti no sé que hacer.
—Te amo Frank, jamás he dejado de hacerlo—contesté. Sonrió y me acarició de nuevo, levantándome sin esfuerzo y colocándome a su lado, abrazándome.


A la mañana siguiente ambos salimos de la habitación juntos, y sin darnos cuenta nos chocamos con una chica que venía a buscarnos. Tenía el pelo castaño y dos trenzas salían de ambos lados de su cabeza hacia atrás. Ojos marrones y una tierna sonrisa.
—Os estábamos buscando—dijo.
—¿Tú eres...?—preguntó Frank cogiéndome de la mano.
—Rebecca Styles, voy con vosotros a clase de inglés—contestó la chica.—Vamos, la profesora está a punto de llegar, y sabéis que no le gusta que lleguemos tarde.
—Gracias—dije.
Los tres salimos corriendo hacia el aula, y al entrar vimos a Blair y a Arthur, esperándonos. O eso parecía. Se nos acercaron lo más deprisa que pudieron y nos llevaron hacia uno de los rincones.
—Ha habido un cambio en el profesorado—susurró Blair.
—¿Un cambio?—pregunté. Arthur asintió.
—No puede ser...—susurró Frank. Nos dimos la vuelta y lo vimos. Llevaba un traje negro, con una camisa blanca y la corbata negra también. El pelo azul oscuro que tenía lo llevaba revuelto, dándole un aire más juvenil, aunque tuviera nada más y nada menos que tres mil años. Tragué saliva, y escuché a Kate Wimblenton, una chica rubia, vampiro, después de mirarme a mí y mirarlo a él, susurrar: ¿qué está haciendo Gilbert Menkaire aquí?
—Por favor chicos, siéntense—pidió Gilbert mirándome. Me quedé estática, mirándolo, tragando tanta saliva como podía para no ahogarme. Frank me cogió de la mano y me intentó mover del sitio.—Señor Lapiccolo, ¿no tendrá usted pensado sentarse al lado de la señorita Menkaire, verdad?
—Eso es exactamente lo que iba a hacer—contestó Frank de mala manera.
—Me temo que no será posible. Vaya a sentarse con el señor Lachowsky, y usted—me miró—usted, se sentará al lado de Monna. 
Frank me soltó la mano y se fue al lado del chico, Stephano se llamaba. Yo me senté al lado de Monna, preparándome para una avalancha de preguntas.
—¿Qué hace aquí tu padre?—susurró.
—¿Desde cuándo sabes que es mi padre?—pregunté sin quitar la vista de Gilbert.
—Desde que te vi entrar por la puerta del edificio, os parecéis considerablemente—concretó Monna.
—No sé que hace aquí, supongo que es por Frank—susurré.
—No debías haberle convertido, sabías que todos sus poderes volverían—dijo.
—Eso no lo sabía hasta que no lo convertí. Y ahí no tenía marcha atrás—dije, tragué saliva y no moví ni un músculo cuando la vista de Gilbert se posó en mí.
—Podías haberlo matado—añadió Monna con una risa.
—Lacie—dijo de repente Gilbert—espero que no le importe acompañarme después de clase un momento, tengo que hablar con usted.
Miré por última vez a Frank, que por su rostro me dio a entender que sabía perfectamente lo que quería decirme Gilbert, ya que también habría indagado en su cabeza, tal y como hice yo.
El que Gilbert estuviera allí como profesor tenía pegas y ventajas. Ventajas, que podría alimentarme de quien me diera la santa gana, porque él me lo permitiría. Ventajas, que me contaría más cosas de mi pasado, ya que él ya sabía que había recordado que era mi padre. Pegas, la única, que era además mi más temido miedo, mi mayor pesadilla; estaba ahí para matar a Frank, le costase lo que le costase. Y estaba totalmente segura de que no le importaría en absoluto matarme a mí para asesinarlo a él. Nunca comprendí por qué esa obsesión de asesinar a todo el clan, ¿tanto rencor le tenía a Vincent? Estaba claro que algo había sucedido entre ambos, pero ya que no sabía que era mi padre hasta la noche anterior, jamás tuve la insolencia de preguntar. Mi mente se centró en Leo y en todo lo que le estaría divirtiendo esta escena, incluso pensé en Kiré, hermana de sangre que mi padre nunca reconoció como tal. ¿Por qué vengarse de mí con mi padre? ¿Acaso cree que ayudarle hará que la vuelva a reconocer como hija? Después de la imprudencia, del asesinato que cometió, jamás, mi padre jamás la perdonará. 
"
Esta noche lo haré, Lacie.
No lo hagas, padre se enfadará.
Él puede tener a quien quiera, y ella no me cae bien.
Kiré no lo hagas.
"
Mi padre jamás perdonará, por mucha ayuda que ella le pueda brindar, que ella, Kiré Menkaire, hija de su sangre, que crió igual que me crió a mí, dándonos todo su amor, dándonos todos los caprichos y regalos que le pedíamos, una noche, mató a su mujer. Mi hermana asesinó a Helena. 
"
¿Por qué lo harás? Es nuestra madre...
Con ella en medio no puedo conquistarlo a él.
¿A qué te refieres?
Lacie, estoy enamorada de Gilbert, y no me importa matar a Helena para conseguir que se fije en  mí. 
"

martes, 24 de julio de 2012

*Capítulo cuatro.

¡Hola! Bueno, perdón por haber tardado tanto en subir, pero mis padres se fueron de viaje, y yo me quedé en casa de mi hermana, y tenía el capítulo en mi portátil, en mi casa. Pero como me daba mucha cosa subir cuando volvieran mis padres, he vuelto a reescribir el capítulo ahora. Es largo, tan largo como mi cuello me ha permitido. Espero que os guste y que comentéis vuestra opinión. Siento no haber añadido a nadie en este capítulo, pero tengo todas las fotos y las descripciones en mi portátil, y sin ellas no podía añadiros. Lo siento. 
-----------------------------------------------------------------------------------------------






"
Frank, no quiero perderte...
¿Acaso crees que me perderás?
Sí. Siento que algo va a pasar, que algo nos va a separar...
Lacie, escúchame. Pueden pasar miles de años, puede pasar toda mi vida, nos pueden separar, me pueden matar, nos pueden matar. Pero yo te seguiré amando, porque mi corazón es tuyo, solamente tuyo. De aquí, a la eternidad. 
"


Me giré en la cama para ver si Blair seguía ahí. Estaba de espaldas a mí, mirando la pared. Sabía que estaba enfadada conmigo, y que probablemente no querría hablarme. Supuse que me lo merecía, porque ella y yo hasta el momento en que pasó lo de Frank, manteníamos una especie de amistad. Algo así como lo que tenía con Jazyla, pero no tan importante como eso. Era algo extrañamente nuevo para mí. Me senté en el borde y cogí aire, antes de hablar.
—Sinceramente no quiero saber qué te traes con Frank—dijo Blair antes de que pudiera hablar—no me importa si le quieres, si te gusta, o si le gustas. Sólo quiero que me olvides, que olvides que alguna vez quise ser tu amiga, y que no me hables durante todo el tiempo que estés aquí.
Tragué saliva y asentí. Era lo mejor. Sin duda no tenía que haber puesto en peligro la seguridad de una chica como ella, ni de Arthur. Yo no tenía que haber metido a nadie más que a Frank en esto. Pero siempre se me complicaban las cosas, siempre. Salí del edificio, era temprano, calculaba que las cinco y media de la madrugada aproximadamente. Suspiré, dejando que el aire removiera mi pelo, cuando sentí a alguien detrás de mí.
—Es él, ¿verdad?—pregunté. Escuché una carcajada disimulada, y Leo se colocó a mi lado.
—Si te lo digo iría en contra de las reglas—contestó.
—¿Qué reglas?—le miré.—Esto no es un juego.
—No para ti, pero para mí sí lo es.—Sonrió y me crucé de brazos, alejándome.—Oh vamos, Lacie, ¿te molesta que me divierta?—me cogió de la barbilla, obligándome a mirarle a los ojos.
—No, me molesta el juego—contesté apartando la vista.—Sabes que llevo esperando esto desde hace años, desde que ocurrió todo, ¿por qué te empeñas en no dejarme hacer lo que debo?—Leo se giró y me dio la espalda, cruzándose de brazos y suspirando profundamente.
—La persona que estás buscando tan desesperadamente es la razón por la que has vivido estos últimos años, Lacie. La persona por la que nunca te has dejado vencer, por la que has estado en vela día y noche, por la que has llegado a matar. ¿Qué pasa si te dijera quién es?—me miró.—¿Qué harías? Le dirías: llevo buscándote desde que tengo uso de razón, pero tú no me recuerdas. ¿Eh? ¿Le dirías eso? ¿Le contarías todo su pasado? ¿El oscuro pasado que él decidió olvidar por su propia voluntad? Decidió olvidarte Lacie, no tienes derecho a violar eso. Tú también deberías olvidarle.—Le interrumpí, corrompida por la ira.
—¡No!—grité—¡Tú no sabes nada! ¡No sabes lo que él me dijo antes de que pasara todo! ¡Él me amaba, me amaba!—noté que dos gotas saladas salían de mis ojos—¡Me pidió que lo recuperara, así me costara la vida! ¡Lo prometí y lo cumpliré! ¡Porque habrán pasado setenta y nueve años, pero yo sigo amando a Frank!
—¿Frank?—preguntó alguien a mi espalda. Me giré, lentamente, y no pude evitar arrepentirme de haber dicho aquel nombre en voz alta. Vi al chico moreno, con gafas de sol, el mejor amigo del ya mencionado.—Ven, tenemos que hablar.
—No—contestó Leo antes de que pudiera contestar yo—Lacie y yo tenemos aún asuntos pendientes.—Me cogió del brazo y me pegó a él. Yo simplemente bajé la vista, sabiendo de antemano lo que iba a suceder.
—Conoce a Frank desde hace casi ochenta años, es mi mejor amigo, y ella me tiene que explicar lo que está pasando—miró a Leo—a no ser que lo quieras hacer tú.
—¿Tú?—preguntó con sorna Leo—¿cómo te atreves, niño?
—Arthur, vete—dije. Él se negó, acercándose—joder, que te vayas, luego hablamos, de verdad—volví a decir. Arthur me miró, con gesto desaprobador, y se marchó. Me giré a observar a Leo a los ojos, dejando que me llevara a donde nadie nos viera. Él necesitaba saciarse de mí, y yo de él.


Dos meses después, las cosas no habían cambiado mucho. Blair seguía sin dirigirme la palabra, de vez en cuando intercambiábamos varias palabras, las justas para saber los trabajos de alguna materia, o los exámenes fijados. Arthur, por iniciativa propia, había decidido no dejarme sola en ningún momento, así que salía con él, Frank, y sus amigos durante mis horas libres. El director tuvo una pérdida en su familia, por lo que decidió cancelar las clases durante una semana, así que todos teníamos tiempo suficiente para divertirnos, y ponernos al día con los estudios. Esa noche habíamos decidido hacer una fiesta en los jardines traseros, e iba a asistir casi toda la escuela. Salí de la habitación a la par que Blair, porque aunque salía con Arthur, ella venía con nosotros, ya que también eran sus amigos. Yo intentaba pasar lo más desapercibida posible entre todos aquellos vampiros y humanos que Arthur tenía por amigos, aunque a veces se me hacía algo imposible. 
Llegué al jardín trasero y me dispuse a sentarme sola, cerca de una chica que reconocería a mil kilómetros a la redonda. 
—¿Qué haces aquí?—pregunté acariciando el cabello de la chica.
—Vine a visitarte, supongo que me tendrás que contar cosas—se giró y se acercó a mí, sonriendo.
—Jazyla, eres menor para estar aquí—contesté con una sonrisa.
—En realidad tengo más edad de algunos de los que hay aquí—susurró. Reí y la miré.
—¿Quién eres tú y qué has hecho con Jazyla? La chica que jamás se ha saltado una norma—dije mirando la bebida que traía en las manos.
—¿Qué es?—dijo mirándola. 
—Whisky—contesté.—Demasiado fuerte para ti.
—¿Desde cuándo bebes?—preguntó inocente.
—Desde hace setenta y ocho años.
No volvimos a dirigirnos una palabra después de dar a entender que mi cabeza estaba centrada en aquellos recuerdos vanos que cada día cobraban más sentido en mi cabeza. Todavía no había averiguado si el Frank de mis recuerdos era el mismo Frank Lapiccolo, pero de lo que sí estaba segura, era de que aunque no fuese él, aquel chico tenía una relación conmigo, o al menos la tuvo en un pasado.
Levanté la cabeza y vi que Frank se acercaba a Blair, le susurró algo en el oído, y ambos, de la mano, se alejaron de la fiesta. Una parte de mí se preocupó, cuando la mente de Blair sólo pensaba en beber la sangre de Frank. Y algo me decía, que no podía permitir eso. Me excusé de Jazyla y fui detrás de ellos tan sigilosamente como pude. 
—¿Entonces la quieres?—preguntó ella.
—Sí—contestó.—Pero sabes que tú has estado la primera siempre.
"
¿La primera por delante de todas?
Has sido mi primera, y mi única.
"
—¿Entonces quieres salir conmigo?
—Sí Blair, eso es lo que quiero.
—No te creo.
"
He visto como la miras, ¿aún quieres que crea que me quieres solamente a mí?
Te juraría amor eterno si así me creyeras.
Hazlo.
"
—Pero aquel beso...—él la interrumpió.
—Sólo fue eso, un beso. Ambos estábamos haciendo el idiota aquella noche, apenas nos conocíamos, y desde entonces no hemos vuelto a pasar un rato más a solas. Blair, créeme, la quiero, como amiga. Mis sentimientos hacia ti van mucho más allá.


Canción para poner de fondo (opcional).


Y después de eso, silencio. Supuse que allí sobraba, por lo que me fui de nuevo a la fiesta, pero Jazyla ya no estaba. Llené el vaso de más alcohol. Siempre había oído, que cuanto más te emborrachas, más fácil es el olvido. Y eso fue lo que me propuse hacer aquella noche. Olvidar que era un vampiro, olvidar que podía matar con la mirada. Me propuse ser normal por un momento, y aclarar si realmente sentía algo por Frank. 
Dos horas después, estaba bastante afectada, pero a las cuatro de la madrugada, ya no me tenía en pie. La cuarta vez que me caí, Frank fue el que me levantó.
—Te has pasado—le escuché decir con una sonrisa fingida.
—Bah—contesté.—¿Qué te pasa?—pregunté.
—Nada—me contestó sentándome en las escaleras de la puerta principal.
—Sé que te pasa algo—contesté mirando al suelo, frotándome los ojos.
—Me he sincerado con Blair—comenzó a decir—y parece que no le ha gustado...
—¿Qué le has dicho?—pregunté.
—Lacie—me cogió de las manos—¿qué eres para mí?—le miré e intenté asimilar la pregunta, intenté contestar a la pregunta que llevaba haciéndome todo ese tiempo.
—No lo sé—contesté.
—Yo tampoco—contestó.—Intento averiguar por qué eres tan extrañamente importante para mí, por qué parece que te conociera de siempre...—le interrumpí.
—Bueno, serán imaginaciones tuyas—dije. Asintió.
—Espero que sea así, sinceramente—sonrió.
—¿Qué ha pasado con Blair?—pregunté intentando cambiar de tema.
—No quiere saber nada de mí—dijo. 
—Lo siento—contesté. Encogió los hombros.—¿Es por el beso?
—Sí—contestó frío.—Por eso tengo que disculparme—me miró.
—¿Por el beso?—pregunté extrañada.
—Sí—contestó.—No debí besarte, lo siento—me cogió de las manos.
—No es...nada—susurré. Me solté de sus manos.—¿Te hace un trago?—dije ofreciéndole la botella.
—La verdad es que sí—la cogió y le dio un trago bastante largo.
—Tranquilo fiera, que es muy fuerte—dije sonriendo.
—Podré con ello—me guiñó un ojo. Le quité la botella y bebí yo.
—Blair me odia—dije mirando al frente.
—Y a mí—dijo Frank cogiendo la botella.
—Odio esta escuela—dije.
—Odio estudiar—contestó él.
—Arthur me odia también—dije, agarrando la botella de nuevo.
—Blair tiene ganas de ahorcarme—contestó él riendo irónicamente.
—Si pudiera matarlo cada vez que me mira con esa cara de "no deberías estar aquí", habría pasado más tiempo muerto que vivo—dije.
—Ella no entiende que la quiero—dijo él.—No le entra en la cabeza de piedra que tiene.
—Y la semana que viene tengo ocho exámenes—añadí bebiendo durante bastante tiempo.
—Mi padre quiere que pase la navidad con ellos—dijo él. 
—Quiero volver a ver a la razón por la que vivo, Frank—le miré.
—Empiezo a creer que la mía eres tú—me miró.
—Has dado en el clavo, chico—se escuchó por detrás. Me giré tragando saliva.
—Ki...Kiré—murmuré. Me levanté, poniendo a Frank detrás mía.—¿Qué estás haciendo aquí? 
—Pasaba por aquí, y te escuché pensar que no entendías por qué Frank aparecía en todos tus recuerdos—contestó. Frank se puso de pie a mi lado, mirándome.
—¿En tus recuerdos? ¿La escuchaste pensar? ¿Qué está pasando?—preguntó mirándonos alternativamente.
—Vete—dije. Me cogió de la mano, tan fuerte como pudo.
—No—contestó.—¿Quién eres?
—Kiré Menkaire—contestó ella.—Un placer, Frank Lapiccolo—le tendió la mano, y él la rechazó.
"
Prometí dejar de ser vampiro.
¿Quieres ser una simple humana? ¿Envejecer y perder a Frank para siempre?
Eso es exactamente lo que él me pidió.
Él sigue siendo vampiro, Lacie.
Nunca me mentiría.
"
—¿Cómo sabes mi nombre?—preguntó sorprendido.
—Sé muchas cosas de ti. Cosas que ni tú mismo sabes.—Frank me miró y se acercó a mi oído.
—Tranquilízate. ¿La conoces?—lo cierto es que estaba temblando, pero no de miedo. Sino, de rabia.
—Frank, yo...vete—volví a pedir. Él se negó.
—Vaya, la princesa vampiro tiene miedo de la persona que la convirtió—dijo Kiré. 
—¡Calla!—grité. Miré a Frank, quien había soltado mi mano.
—¿Princesa vampiro? ¿Convertir? Ahora sí que no entiendo nada—contestó él.
—¡Frank!—Arthur, apareció por detrás, cogiendo a este por el brazo y llevándoselo consigo—no pintas nada aquí.
—Vaya, otro más, ¿cuántos hay aquí?—preguntó Kiré divertida.
—Kiré, Frank es humano, si descubre que...—me interrumpió.
—¿Qué? ¿Crees que no sé que si descubre que somos vampiros hay que convertirle o matarlo?—preguntó de nuevo. Frank se soltó de Arthur y me agarró por los hombros.
"
Si alguien descubre que me has convertido tú...
Leo me dio instrucciones de hacerlo.
¿Leo? ¿Leo te lo permitió?
Leo me lo ordenó.
"
—¿Qué está ocurriendo?—gritó. Le miré, dejando que volviera a sentir esas molestas gotas por mis mejillas.
—Frank... yo... y Kiré...—me interrumpió ella de nuevo.
—Y ese chico—dijo con una sonrisa.
—¡No!—dije mirándola.—Arthur no tiene nada que ver en esto—dije.—Frank—me miró—¿crees en los vampiros?
"
¿Alguna vez creíste en los vampiros?
No hasta que descubrí que el amor de mi vida era uno.
"
—No...—musitó.
—Deberías comenzar a hacerlo—abrí la boca, lo suficiente como para que viera mis colmillos. Retrocedió tres pasos, hasta chocar con Arthur. 
—¿Eres un...?—asentí. Miró a Arthur.—¿Tú también?—él asintió vagamente.—Dios, ¡sois unos monstruos!—intentó salir corriendo, pero Kiré lo frenó.
"
Los vampiros somos monstruos, no tenemos corazón, ni sentimientos, por eso no sentimos el remordimiento cuando matamos, ni la pena cuando nos suplican. Estamos hechos para matar. No para sentir.
Entonces debo ser una nueva raza de vampiro, porque lo que siento por Frank va más allá de los objetivos por los que fuimos creados.
"
—¿Sabes qué me resulta irónico? Nos estás llamando monstruos, cuando tú eres uno de nosotros—dijo riendo. Frank se dio la vuelta y me miró, después miró a Kiré.
—Yo no soy ningún...vampiro—susurró. 
—Oh, sí que lo eres—dijo ella—permíteme.—Rápidamente se había colocado en su cuello, a punto de saborear la sangre del chico que era mi protegido. Me acerqué y la empujé, y salió volando literalmente hacia la pared del edificio.
—Ahora...lo entiendo...—susurré al lado de Frank. Le miré, cogiendo aire—Perdóname.
"
¿Hay algo mejor que beber tu sangre?
Si dices eso de la mía, es que jamás has probado la de Frank.
Suenas a humana enamorada.
No soy humana. Soy una vampiro enamorada. Enamorada del descendiente más cercano del clan de Vincent y Beatrice.
"
Y antes de que Arthur lo pudiera evitar, la sangre de Frank estaba entrando en mi cavidad bucal. Él no se resistió, más que nada, pareció ausentarse en su propia cabeza. Todo comenzaba a encajar en mi cabeza, todos los recuerdos se ordenaron cronológicamente, vi la imagen del chico de mis recuerdos, comprendí mi pasado, me di cuenta de que mi edad era mayor de la que creía, entendí por qué era todo tan divertido para Leo. 
Frank se agarró a mi brazo, antes de caer de rodillas, y que tuviera que sacar los colmillos violentamente de su cuello. Me miró, y sus ojos ya no eran verdes. Aquel tono se había ido. Frank Lapiccolo se había ido. Sus ojos se tornaron en rojo, en un tono rojo sangre, un tono que hacía centenas de años que no veía. Había vuelto, todo estaba claro en aquel momento. O al menos casi todo. Frank Frembail había regresado. 
"
Estás rematadamente loca. Te has enamorado de un monstruo.
¿Acaso nosotros, la simple raza de los vampiros, no lo somos?
¿Tú te consideras como tal?
No del todo, Kiré. Yo me siento más persona que monstruo, porque siento, porque mi corazón palpita por él. Escucha mis latidos. Escúchalos.
"

sábado, 21 de julio de 2012

*Capítulo tres.

¡Hola! Aquí estoy de nuevo. Quisiera aclararos algo antes de nada, las cosas que vengan en cursiva y entre comillas, son recuerdos, ¿sí? Sólo lo pondré así cuando sean conversaciones. Y aparecerán mucho a partir de este punto, un punto crucial por cierto. Veo que algunas estáis sacando conclusiones sobre qué es Frank para Lacie, aunque ¡hum! no puedo deciros nada. Espero que disfrutéis el capítulo y, mirad la sección de personajes secundarios, ¡añadí dos más!
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------






—¿Se puede saber de qué vas?—preguntó Blair cerrando la puerta con un portazo.—¡No puedes quitar las extremidades de la gente que a ti te viene en gana! ¡Te echarán, te culparán de esto, Lacie! ¡No puedes llamar la atención de esta manera! ¿Es que no te lo han dicho ya?—le tapé la boca antes de que siguiera gritando.
—Baja la voz, se va a enterar todo el mundo—contesté con el rostro serio. 
Se nos estaba haciendo un poco tarde, ya que cuando nos alejamos de Monna, nos encontramos con Arthur y Frank en el comedor, y tuvimos que salir corriendo de nuevo, para quitarnos el olor a sangre, y también las salpicaduras que tenía en la cara de cuando le quité el brazo a aquel chico. Blair se fue a duchar, y yo me quedé sentada encima de su cama, esperándola mientras observaba la habitación. Por lo visto tenía que compartir habitación con ella, y eso me alegró interiormente. Pero lo que hice con ella, delante de Monna, cuando le hice la herida... no debí darle mi sangre. Me prometí que nunca le daría mi sangre a otra persona que no fuera Jazyla, la única persona a la que quería de verdad. Pero ella, Blair... me recordaba demasiado a ella. Desde su forma de mandar, de imponer las leyes, de reír, de asustarse, de temblar, hasta su olor... 
Jazyla era como mi hermana. Vivía conmigo, siempre estaba pendiente de mí, y jamás se apartó de mí, ni siquiera cuando la convertí. La historia con Jazyla, viene desde que ella era pequeña. Nos conocimos cuando tenía ocho años. La encontré perdida en la ciudad, y me pidió que la acompañara a buscar a su madre. No pude decirle que no, y fui a buscar a su madre con ella. Su madre estaba muerta. Y esa era la única familia que le quedaba. Por lo que pude deducir al examinar el cuerpo de su madre, es que la había asesinado un vampiro. Temí que Jazyla me tuviera miedo y se alejara, porque he de reconocer que en una tarde le cogí gran cariño a esa chica. Pero supo aceptar que no todos los vampiros son malos, que no todos matamos por matar, aunque todos lo hemos hecho. Aprendí a quererla, y a protegerla por todos los medios que tuviera. Cuando cumplió los trece años, después de vivir conmigo desde los ocho, me pidió que la convirtiera en vampiro. Leo no me lo autorizó, ya que era muy joven, y podría tener efectos secundarios en su cuerpo, por lo que esperamos hasta los dieciséis. Y justo el día de su cumpleaños, la convertí. 


                                    ¡Corre, maldita sea! Frank, déjame, déjame aquí, ¡lárgate!


Pegué un pequeño salto en la cama cuando esas palabras llegaron a mi mente. Una gota de sudor frío recorrió mi rostro hasta mi mentón, y mis ojos se clavaron en ninguna parte, mientras esas palabras seguían retumbando en mi cabeza. ¿Frank? Era una parte del sueño que nunca había visto, quizás, esa imagen, aquel chico, Frank, quizás él sea...
—¿Lacie?—Blair me dio en el hombro, por lo visto llevaba llamándome un rato.—¿Estás bien?—asentí.—Vale pues, ve a ducharte, hace un rato que terminé y no nos queda mucho tiempo antes de que empiece la cena.
Cogí mis cosas y me metí en el cuarto de baño. Me quité la ropa y me acaricié el cabello durante unos minutos. Finalmente, me quité aquel recuerdo de la cabeza y me metí en la ducha. Salí y me vestí, y al peinarme vi que tenía el pelo rizado de nuevo. Puse morros frente al espejo, no me gustaba que se quedara así. Pero Blair pegando golpes en el cristal de la puerta no ayudaba, así que me recogí el flequillo y salí.
Blair me agarró de la mano y me sacó de la habitación casi arrastras. Mientras íbamos hacia el comedor, me fue enseñando aquella parte del edificio que no conocía. Eran casi todas habitaciones, y estaban mezclados tanto los hombres como las mujeres. Pensaba preguntar cuál era la habitación de Frank, pero no me pareció adecuado, no cuando Blair se estaba preguntando interiormente si estaba lo suficientemente presentable como para que él la viera. 
Llegamos al comedor y cogimos las bandejas y empezamos a coger la comida, antes de reunirnos en la mesa con Arthur y Frank. 
—¿Qué ha pasado cuando Arthur casi me arrastra antes? No me lo quiere contar—dijo Frank nada más sentarnos en la mesa.—Blair, cuéntamelo.
—¿Contarte qué?—preguntó ella inocentemente, mientras cogía los cubiertos y comenzaba a comer de la ensalada que había cogido.
—Lo que ha pasado—respondió Frank mirándola fijamente.
—No ha pasado nada—contestó Blair con una sonrisa.
—Sí que ha pasado—volvió a decir Frank.
—Pero mira que eres pesado—inquirió Arthur.
—No lo sería si me lo contáseis—dijo Frank. Me miró—Lacie, cuéntamelo tú.—Blair me dio un codazo por debajo de la mesa, sonreí y asentí. No pensaba contarle a aquel chico que, particularmente me interesaba tanto, que había dejado sin brazos a un chico, a otro sin tres dedos, y había matado a otro con sólo pensarlo.
—No ha ocurrido nada—contesté.
—Mierda, le habéis lavado el cerebro a ella también—dijo. Blair rió y Arthur movió la cabeza con gesto cómico. Frank sonrió al ver que no probaba bocado, se levantó y se sentó a mi lado, pasando su brazo por encima de mis hombros.—Vamos, Lacie—susurró en mi oído—cuéntamelo.—Miré hacia Blair, quien estaba apartando la mirada de nosotros, y Arthur se aclaró la garganta con gesto de incomodidad, la misma que sentía yo en ese momento. Los escalofríos aumentaban, y mis ganas por saber a qué se debían también. Me puso el cuello cerca, demasiado cerca. Iba a perder los estribos, a no ser que se levantara de allí.
—Aléjate—pedí en un susurro. Frank me miró extrañado y negó—Aléjate Frank—pedí de nuevo.
—No me iré de aquí hasta que no me lo digas—susurró en mi oído. Apreté los puños y cerré los ojos, intentando tranquilizarme. Suspiré y volví a abrirlos. Blair ya había fijado la mirada en mí, y estaba pensando si estaba bien. Negué rápidamente, estaba volviéndome loca su olor, ese maldito olor que no podía tener, porque algo me decía que eso estaba mal, que no podía hacerle nada a ese chico. Blair se limpió la boca con la servilleta y se levantó, cogiéndome de la mano y alejándome de Frank. 
—Ya vale por hoy—dijo seria cuando Frank iba a comenzar a quejarse.—¿Estás bien?—susurró. Negué mirando al suelo.—Está bien, vamos fuera, necesitas tomar aire.
Salimos fuera, y el tomar aire fue la excusa más tonta que jamás había oído para decir tomar la auténtica cena. Sangre. Busqué con la mirada del cuerpo de la chica que me había prometido Monna hacía una hora, pero en su lugar, hallé a Juliette. 
—¿Qué haces aquí?—pregunté al verla de espaldas. Su pelo castaño, tan claro, se veía precioso a la luz de aquella luna. Llevaba una falda blanca, y una camiseta de tonos morados, o eso me pareció ver en aquella oscuridad. Era su conjunto favorito. Era capaz de reconocer su olor por muy escondida que se pudiera encontrar.
—Guardo tu cena para que nadie se acerque—contestó dándose la vuelta y, en menos de un segundo la tenía a mi lado, abrazándome. Sus ojos azules se posaron en los míos, mientras ella me sonreía de forma tierna.  Escuché a Blair pensar quién era esa chica.
—Ella es Juliette Menkaire, una de mis hermanas—dije alejándome de Juliette.—Ella es Blair—las presenté a ambas. Juliette sonrió y Blair se escondió detrás de mí.—Juliette, ¿estudiarás aquí?
—No—contestó.—Vengo a hablar contigo sobre ese tema—miró a Blair—tú sabes cuál. Tengo información.—Abrí los ojos como platos y Blair se acercó a mi oído.
—¿Qué ocurre?—preguntó.
—Lárgate—contesté sin mirarla.
—¿Qué?—inquirió.
—Que te vayas, que me dejes sola con Juliette, fuera—contesté extremadamente borde. Blair asintió y se fue.—¿Qué sabes? 
—Está aquí—respondió.
—¿Quién es?
—Claramente no te lo voy a decir—rió y la miré seria.—No es por mí, Leo me lo prohibió.
—Este es un tema personal, no parte de un juego...—me interrumpió.
—Estoy a su merced, y tú también. No te lo diré y punto.—contestó.—Y no intentes mirar en mi mente—dijo y aparté mi mirada de la suya—no sé el nombre. Lo tengo en un papel, para no correr el riesgo de que lo descubrieras así. Sólo sé que está aquí.
Me di la vuelta y caminé hasta el edificio. Y escuché como Juliette se apoderaba del cuerpo que Monna me había ofrecido. Aunque eso me alegró, así no tenía que esforzarme en alimentarme de sangre que no quería.
Salí en busca de Blair, y me topé con Emily. Su cabello rizado y la mirada penetrante que me lanzó. Aquella chica parecía mucho más inteligente que el resto de vampiros que danzaban en esa escuela. 
—¿Has visto a Blair?—le pregunté.
—No—contestó.—Pero en el jardín delantero está Frank, puedes preguntarle a él—añadió. Asentí y la noté saltar a la copa de un árbol sin esfuerzo alguno. 
Pensé en Jazyla antes de acercarme a Frank, quien estaba leyendo un libro. 
"
No quiero que tengas novio.
¿Por qué Jazyla?
Porque no quiero que quieras a nadie más que a mí.
Jamás querría a nadie más de lo que te quiero a ti.
¿Entonces por qué Leo dice que jamás has dejado de amar a Frank?
"
—¿Puedo?—pregunté cuando Frank levantó la mirada hacia mí. Asintió.—Lo de esta noche, yo...—me interrumpió.
—No es nada—dijo. Parecía distinto, ¿le habrían dicho que era vampiro? Hurgué en su mente y no hallé nada, así que suspiré tranquila.—¿Puedo hacerte una pregunta?—asentí.—¿Crees en los fantasmas?
—¿Fantasmas?—pregunté mirando la portada del libro. Era un relato de terror sobre fantasmas, "El hotel encantado" de Wilkie Collins.—No—dije finalmente.—¿Y tú?
—No mucho—sonrió.—¿Y en los vampiros?—me quedé callada. Suspiré y reí.
—¿Tú crees que existen?—pregunté con una mueca divertida.
—La verdad es que sí—contestó.—Me creo todos los mitos de vampiros. Me apasionan.
—¿Y si te toparas con uno?—pregunté mirando al cielo.
—Sin duda me encantaría enamorarme de chica vampiro—contestó cerrando el libro. Reí y miré al cielo, apoyándome en el árbol con él.
—Apoyaría esa relación—dije. Sonrió y me miró.
—Me alegra eso—comentó.—Pero no has contestado a mi pregunta.
—Sí que creo en vampiros—dije intentando que el tema se acabara lo antes posible.
—¿Y lo de los ajos te lo crees?—preguntó con una sonrisa.
—Por Dios, ¡no!—dije riendo.
—Yo tampoco, es demasiado patético que le teman a un ajo—comentó.—Los pies de Arthur huelen peor, créeme—añadió. Solté una carcajada. 
                              
                                  ¿Por qué me haces esto? Yo te amo, Lacie, no me dejes...


Me quedé seria de nuevo, mirando a la nada. Esa maldita voz, ese recuerdo, jamás me había pasado algo así. Siempre tenía la misma pesadilla, siempre me invadía el mismo recuerdo, pero aquel día me estaban viniendo sueños, recuerdos distintos. Todos relacionaban a un tal Frank, alguien al que debí querer mucho, porque cada vez que escuchaba mi voz lejana, desgarrada pidiendo que se fuera, hacía que mi corazón se desgarrara, que sangrara interiormente. Y la voz del chico, la voz de amor, ¿enamorado? Podría ser, esa voz me dañaba el alma, aquella que creía que aún poseía en esta vida. 
—¿Estás bien?—preguntó tras varios minutos. Asentí—¿tienes frío?—preguntó. Le miré, sólo hice eso, le miré, y cuando me di cuenta, estaba abrazándome.—Tienes las manos heladas, por Dios—agarró mis manos, intentando darme calor. Una cosa algo difícil, dado que mi temperatura corporal era siempre la misma, y no sentía ni el frío ni el calor.—¿Entonces aceptarías mi relación con una chica vampiro?
—Sí—contesté sin despegarme de él. Suspiraba tan quietamente como podía, no quería perder el control, no cuando algunas cosas en mi mente y en, lo que parecía ser mi corazón, se estaban aclarando.
—Yo también aprobaría la tuya con un chico vampiro—dijo.—Aunque estaría celoso—sonrió. Sonreí sin despegarme, y me acerqué más a su cuello, encajando mi frente en éste, y apoyando el resto de la cabeza en su hombro.—Estás helada, de verdad, parece que estás más muerta que viva—susurró con una sonrisa. Y aquello era verdad. Siempre me había preguntado la razón por la que podía matar o mutilar a tanta gente con una sonrisa. Y era por eso. Quizás no me quedaba ni alma, ni corazón. Quizás sí que estaba más muerta que viva. 


    
     Dejé de vivir hace tiempo... el día en que me enamoré de ti, Frank... el día en que te entregué mi corazón.